Una oleada de jóvenes argentinos que venden cursos a través de redes sociales prometen ganancias extraordinarias con su método, que no es más que una estafa piramidal. Se trata de un mecanismo persuasivo que se parece al accionar de una secta y que no tiene ningún caso exitoso.
Explosión de cursos fraudulentos para hacerse millonario en Argentina
Desde hace un tiempo que vengo notando la proliferación de jóvenes argentinos anunciando sus cursos en redes sociales. Los contenidos nunca están claros, pero el objetivo sí: ganar mucho dinero en poco tiempo. La promesa más común es de US$1.000 por mes. Nada mal como ingreso extra, ¿cierto?
Sin embargo, al avanzar en la pesquisa se vuelve cada vez más evidente que algo hace ruido. ¿Pagar US$1.000, US$2.000 o US$5.000 por un curso cuyos contenidos no están especificados? ¿Para hacer mágicamente una fortuna? Suena extraño para cualquier persona con sentido común.
A esto se le suma una estrategia de marketing sumamente agresivo, en el que los vendedores de cursos instan a sus seguidores a dejar de perder el tiempo y comenzar su nueva vida. Esta premisa es muy utilizada por su efectividad: es grande la porción del país que desearía comenzar una nueva y mejor vida económica de un día para el otro.
Se trata de uno de los manotazos de ahogado de una sociedad sumergida en una meritocracia de dos por cuatro, una estafa fácilmente reconocible y, sin embargo, única por un motivo: cuesta entender de dónde proviene el fraude. Después de todo, son cursos. Es educación. ¿O no?
Descubriendo la ponzidemia de formación sin contenido
La cuestión se me presentó mucho más clara cuando encontré el estudio del periodista Maximiliano Firtman para el medio digital Seúl. Se trata de una investigación pormenorizada sobre el proceder de esta estafa que, como muchas piramidales, tiene a sus víctimas entre sus victimarios.
Lo que señala el informe es que, por primera vez, un fraude masivo tiene llegada amplia entre los menores de edad. De hecho, se relevan casos de niños y adolescentes que entraron en el circuito. Muchos de ellos aun no entienden por qué se les cuestiona lo que están haciendo.
Esto se debe a que el modo de captación está ligado a un discurso de coaching ontológico sumado a liderazgo empresarial, en un cóctel de fe que indica que lo que inviertas hoy lo vas a recuperar sin dudas mañana. E invertir, en este caso, quiere decir confiar ciegamente y comprar los cursos.
En verdad los cursos suelen comenzar a de manera gratuita, y se encauzan a través de un proceso que Firtman describe como funnel, traducible como “embudo”. Esto es la canalización del usuario a lo largo de una serie de estímulos constantes de WhatsApp, Telegram, Instagram, Facebook, TikTok y todas las redes que tenga a su alcance.
En todos los casos se da a entender que el curso consiste en la habilidad de vender el curso mismo. ¿Difícil de entender? Se trata de educación sobre nada: una charla en la que se propone el lucro mediante la venta de clases sin contenido. En otras palabras: “Vos podés hacer lo mismo que yo”.
Esta premisa viene acompañada de una ostentación continua en las redes, en la que se ve a los proveedores de cursos en pisos de lujo en Dubai, o manejando autos de colección, o portando relojes exclusivos. Todo suele ser alquilado o canjeado, con la intención de presentar un escenario que no es el real.
Finalmente, el tratamiento de funnel culmina en la promoción de un curso final, con los verdaderos contenidos para ser millonario y garantizarse el espíritu emprendedor. Los vendedores aseguran que pagaron sumas estrafalarias por él, pero que ahora se puede obtener por la módica suma de US$1.000, US$4.000 o US$10.000, según las pretensiones del embaucador.
Por la enorme llegada que tiene este fenómeno, Firtman lo ha calificado como una “ponzidemia”. Un término adecuado, aunque el propio investigador afirma que no se trata estrictamente de una estafa Ponzi, sino que se corresponde con un subtipo de las estafas piramidales.
Con el tinte antisistema que es sello de una época
Toda esta promesa de dinero y prosperidad está inserta en un discurso típico de estos tiempos. En contra de las instituciones clásicas, en pos de todo lo que irrumpa en el sistema educativo o político. Tanto es así que los mismos cursos están refrendados por una academia que no se registra en la regulación universitaria argentina.
Es un caso similar al de la Universidad del Trading y la Universidad del Coaching, célebres por la estafa de Generación Zoe, que expuso los negocios de Leonardo Cositorto. Son entidades sin acreditar, que no siguen planes de estudio verdaderos y que no cuentan con docentes formados entre sus filas.
Este perfil se alinea con los promotores de la ponzidemia. En su visión, las universidades tradicionales son doctrinarias y están equivocadas, y el camino hacia el éxito pasa por otras vías. Lo que es aun más grave: se insta a los jóvenes a dejar de lado los estudios formales y dedicarse a esta nueva vida de lujos, préstamos y poses.
Una de las reglas internas en la venta de estos cursos es que su reventa no puede costar menos que su compra. Por eso es que muchas veces se ven precios similares en las generaciones de “egresados”.
Una vida puesta al servicio del éxito… ¿de quién?
A todas las luces, estamos frente a un peligro para los incautos y sobre todo para la juventud. El golpe financiero que representa la pérdida del dinero inicial, en muchos casos, puede resultar desastroso. No todos los que pasan por esos cursos están dispuestos a seguir esa vía de captación y coaching.
Personalmente, me resulta problemático el sentido común detrás del concepto de “éxito”, como si fuera una noción solo vinculada a la acumulación de bienes materiales, en particular de artículos suntuarios y prescindibles.
En tiempos de crisis, cualquier salida es milagrosa. Justamente: “éxito” viene del latín “exitus”, salida. Creer que la única salida es el acopio de capital no es más que una de las falacias de esta era.
La verdadera salida para las clases menos favorecidas de Argentina ha sido, por tradición, la educación pública. La educación real y tangible, la relación entre docentes profesionales y estudiantes interesados. Al menos en lo que a mí respecta, cualquiera otra búsqueda del éxito me parece sospechosa.