Clarke Carlisle jugó en numerosos clubes de la liga inglesa e incluso en la selección sub-21. Entre 2014 y 2017 sufrió una crisis de ludopatía que incluyó intentos de suicidio. Hoy en día, trabaja en el acompañamiento de personas que sufren de adicciones y otros trastornos de salud mental.
El exfutbolista Clarke Carlisle ha pedido mayores controles en la salud mental de los futbolistas adictos al juego.
Carlisle, de la carrera deportiva a la adicción a las apuestas
La creencia popular parece indicar que la ludopatía es un flagelo exclusivo de los sectores económicamente más vulnerables de la sociedad. El caso del futbolista inglés Clarke Carlisle demuestra lo contrario: la adicción puede surgir en cualquier entorno, independientemente de sus privilegios y protecciones.
El drama del exfutbolista de 45 años volvió a primera plana del interés público tras su nota con el medio británico The Sun, en donde Carlisle revivió sus problemas con el juego. El trastorno se agravó entre los años 2014 y 2017, luego de su retiro del fútbol profesional en el 2013.
En ese período, el jugador perdió su puesto de trabajo en la televisión. Se trataba de un contrato por 100.000 libras al año para el canal ITV Champions League, especializado en el deporte. Fue el salto para comenzar a dilapidar sus ahorros, en tanto que se debilitó su contención social y afectiva.
Después de soportar pérdidas enormes en un casino, el jugador tomó la decisión de saltar frente a un camión en la carretera A64, que une Leeds con York. Sufrió roturas de costillas y de huesos en el tren inferior, además de incontables magulladuras, contusiones y cortes.
Este intento de suicidio representó su ingreso en el centro psiquiátrico de Harrogate, el 25 de diciembre del 2014. De allí salió con el alta en febrero del año siguiente, dispuesto a rehacer su vida.
Sin embargo, sus demonios tenían planeado algo más para él, y volvió a caer en el juego compulsivo. Las pérdidas se hicieron cada vez más grandes, hasta convertirse en montos impagables. Este tipo de recaídas son un fenómeno común entre los jugadores en recuperación.
La crisis afectó su salud mental de modo serio. El exjugador fue encontrado vagando por las calles de Liverpool en busca de maneras de terminar con su vida. Por fortuna encontró ayuda en el lugar menos esperado: entre los transeúntes, que lo disuadieron de su decisión y se pusieron en contacto con su red cercana.
Una vida dedicada a la salud mental y un pedido de ayuda
Desde entonces, Carlisle consiguió recuperarse y tomó un curso de vida saludable. Ha escrito más de 20 volúmenes de autoayuda y, junto con su esposa, Carrie, trabajan en el acompañamiento de personas con problemas de salud mental.
Entre sus labores se cuentan los talleres virtuales y las charlas en grupos comunitarios. Desde su perspectiva, la ludopatía es una afección mucho más grande de lo que se piensa en el Reino Unido, que incumbe a todas las clases sociales y no suele detectarse de manera precisa.
En su reciente nota con la prensa, el exjugador señaló que su conducta siempre había sido intensa en relación con los resultados. En sus tiempos de futbolista, la victoria implicaba fuertes descargas de euforia mientras que las derrotas conducían a pozos de depresión sin salida.
La misma tónica se vio reflejada en su experiencia con las apuestas. La mentalidad obsesionada con ganar y perder suele decantar en comportamientos nocivos para el individuo. Cuando entran en juego los bienes personales, la situación se agrava aún más.
Por eso es que Carlisle ha pedido que se instaure un organismo independiente para acompañar la salud mental de los jugadores de fútbol. No solo se trataría de una herramienta para prevenir las apuestas entre los profesionales, sino una entidad de apoyo psicológico integral.
Para Carlisle, en el deporte de élite hace falta cuidar más la mente. Los futbolistas de Premier League, donde él construyó su carrera, están sujetos a fuertes presiones, además de vivir en entornos muy cerrados que pueden alterar la percepción del mundo.
El camino del “futbolista más inteligente de Inglaterra”
Clarke Carlisle formó parte de la plantilla de varios clubes de Premier League: Blackpool, Queens Park Rangers, Leeds United, Watford, Luton Town, Burnley, Preston North End, Northampton Town, York City y Northampton Town. Sus buenas condiciones físicas y su destreza en la zaga central lo llevaron hasta el seleccionado inglés sub-21, aunque nunca con el plantel mayor.
Su carrera continuó en el mundo del deporte luego de su retiro, al convertirse en el presidente de la Asociación de Futbolistas Profesionales de Inglaterra. Este rol ejecutivo no pudo tener continuidad a causa de su adicción al juego.
En su país se lo recuerda por la condecoración obtenida en un programa de televisión como el “Futbolista más inteligente de Inglaterra”. Se trata de una mención no oficial, pero hace referencia a sus amplios conocimientos culturales y a sus muy buenos resultados en sus años de estudiante.
Ese capital simbólico pudo ser puesto en acción luego de que Carlisle se recuperara. Su trabajo como autor y mentor lo han establecido como una referencia en lo relativo a la superación de las adicciones en particular y a la salud mental en general.
Contención a futbolistas y modelos de deporte
No es casual que el caso del jugador inglés vuelva al centro de atención en estos tiempos. El cambio de era en el mundo del juego ha acelerado el acceso a las apuestas, que cada vez ganan más espacio en el universo digital.
Sobre todas las cosas, recientemente ha habido casos de gran repercusión acerca de futbolistas adictos al juego. Tal fue el caso de varios habituales convocados a la selección italiana, quienes el año pasado se quedaron afuera de la lista y recibieron sanciones en sus clubes por apostar.
Ocurre que, en el ámbito profesional, las apuestas deportivas están completamente prohibidas por los reglamentos de FIFA y de la mayoría de las ligas nacionales del mundo, incluso cuando no sean predicciones sobre partidos en los que juega el propio futbolista.
Los juegos de azar, que en muchas asociaciones de fútbol no está expresamente prohibidos, están desaconsejados, y se pide la mayor distancia posible entre los deportistas y tales entretenimientos.
Para evitar casos como el de los jugadores italianos, LaLiga reforzó sus talleres de formación. A pesar de ello, el caso de Kike Salas llegó para embarrar la reputación del fútbol español. En paralelo, hay una investigación abierta sobre un partido del Sevilla FC, asociado a varias casas de apuestas, de la temporada anterior.
El pedido de Carlisle llama la atención sobre la fragilidad y la exposición de los futbolistas ante el atractivo del juego. Pero más que nada enfatiza la vulnerabilidad de los jugadores adictos, en una industria en la que el 30% de la recaudación proviene de un 1% de clientes.